99 | #LasVidasTransNoDanEspera
Hay heridas que no cierran. Josephine Fernández nos recuerda la indiferencia que sigue cobrando vidas y la urgencia de una ley que les proteja.
Por Josephine Fernández, Josephine es músicx, cineasta y activista

Desde que radicamos la Ley Integral Trans en julio de 2024, al menos 17 mujeres trans han sido asesinadas en Colombia, según informa la Fiscalía General de la Nación. La mayoría de estos crímenes ocurrieron fuera de los centros urbanos: en Antioquia, Valle del Cauca y la Costa Caribe. Si este ritmo sigue como tendencia, el 2025 se convertirá en uno de los años más letales del que se tenga memoria. Pero no hay emergencia declarada. No hay duelo nacional. No hay rendición de cuentas.
Nadie suspende sus sesiones del Congreso por una travesti muerta.
El martes pasado se sumó una persona más al conteo. A Jessy Beltrán la mataron en Buenaventura. Era mujer trans negra y activista que participaba y promovía nuestro proyecto en sus redes. El video de su asesinato no circuló como el de Sara Millerey hace unos meses, pero sí lo vimos apenas sucedió quienes hacemos parte del movimiento nacional de personas trans y no binarias, que existe —fragmentado e imperfecto— en decenas de grupos de WhatsApp y en sancochos comunitarios en todo el país. El mismo grupo que el pasado jueves 19 de junio logró pasar en primer debate de la Comisión Primera de la Cámara un proyecto de Ley Integral de Identidad de Género que sería un hito en la región.
Para quien no lo sepa: la Ley Trans, como se le conoce ahora —o la Ley Sara Millerey— es un proyecto que construimos con mucho esfuerzo cientos de personas trans y no binarias de todo el país, trabajando en consulta por más de dos años y después de hacer un proceso de consulta nacional a más de 1 300 personas trans y no binarias. Hace no mucho, conmovides por la muerte altamente mediatizada de Sara, nos uníamos bajo esa bandera y rebautizamos, algo muy trans, a este proyecto. La muerte de Sara también la sentimos como la muerte de un familiar. En mi familia social, siento cada muerte ajena como propia. Porque la familia de personas trans no tiene más de dos grados de separación. Porque así yo sea una mujer blanca del centro de Colombia, me duele y atravieso —aún con privilegios— una realidad física, política y social que solo comprende un cuerpo trans. Me duele Jessy y su historia perdida, y me duele que no me duela tanto por estar tan entumecida de tanta muerte.
Por eso mi paleta personal no está tan arcoíris este año. Como tampoco lo está la imagen de muchas marcas que han entendido que “el palo no está para cucharas” y que es mejor dejar el rainbow washing para otro momento. ¿Qué significa ser aliado? ¿Qué significa vestirse y habitar un cuerpo LGBTIQ+ y portar los colores? ¿Es lo mismo que publicitar apoyo? ¿Qué costo tiene realmente ser diverso en una sociedad uniformada?
Y la pregunta que realmente tengo es, ahora que pasó la payasada del Pride y se viene el #YoMarchoTrans el sábado 5 de julio en Bogotá: ¿cuántos de ustedes van a ir? ¿Cómo más van a mostrar su apoyo nuestros aliados y simpatizantes o prefieren dejarnos morir en silencio?
¿A cuántas más van a matar mientras el proyecto político de algunos sigue siendo exacerbar el odio y la discriminación para frenar el reconocimiento inevitable de nuestros derechos?
¿En qué mundo, parafraseando a Judith Butler, alguien cree tener derecho a decidir si existimos o no?
“Imagina que eres judía y alguien te dice que no lo eres. Imagina que eres lesbiana y alguien se ríe en tu cara y dice que estás confundida, que en realidad eres heterosexual. Imagina que eres negra y alguien te dice que eres blanca, o que no estás racializada en este mundo supuestamente posracial. O imagina que eres palestina y alguien te dice que los palestinos no existen (y sí, hay quienes lo dicen).
¿Quiénes son esas personas que creen tener derecho a decirte quién eres y quién no? ¿Que desestiman tu propia definición de identidad? ¿Que te niegan el derecho a la autodeterminación? ¿Que te someten a evaluaciones médicas o psiquiátricas o a intervenciones quirúrgicas obligatorias antes de estar dispuestas a reconocerte en el nombre y el sexo que tú te has dado, al que has llegado?”
J. Butler “¿Quién tema al género? (2024)”
Estamos viviendo un momento específico de esta historia en Colombia. Y ese momento ahora tiene un nombre: Ley Sara Millerey. Y si hubiera sido radicada antes —o el Congreso se moviera más rápido— podría haber tenido otro nombre. Podría ser la Ley Jessy Beltrán. O Ley Nawar Jiménez, asesinada tan solo hace un mes. O tantas que no habría espacio en el título de una ley para la cantidad inconmensurable de vidas perdidas. Son las extrañas circunstancias de un mundo patriarcal, que nos exige poner atención a las cosas solo cuando nos conmocionan. Y esa conmoción ahora tiene un ímpetu, un acumulado político que no se va a detener y no pueden culparnos por exigirlo.
Lo riesgoso hubiera sido permanecer en silencio. Esa violencia no es “novedosa”. Es el pan diario para la gente trans en este país. Además, si bien el movimiento que impulsa la Ley ha construido redes y mecanismos de cuidado comunitario —porque así se ha vivido siempre, a punta de familias trans elegidas es que sobrevivimos—, esa no es una responsabilidad de la Ley ni del movimiento. Es una exigencia que debe dirigirse al Estado. Porque es el Estado el que tiene la obligación legal y moral de garantizar nuestras vidas. Las de todes.
Y ese día, el 19 de junio, fue lindo, en medio de tanto sollozo y tristeza.
Porque recuerdo una madre de una niña trans elevar una oración al cielo y fue la oración más bienvenida y apreciada que haya sentido. Fue justo antes de la votación final… la vi murmurar entre sus labios algo mientras se daba la bendición y sostenía la cruz. Y luego pasó el proyecto. A última hora. Gracias a Dios.
Y me di cuenta de que el poder de la oración y la convicción no está del lado de quienes quieren perpetuar esta realidad macabra de la muerte de mis hermanas, sino del nuestro. Los dioses y las diosas quieren a sus travestis. Y el Espíritu Santo, la Virgen María y Santa Bárbara Bendita —y muchos de los santos y santas y santxs del cielo— tambien nos guian a quienes aspiramos a esa situación. Seguiremos en lucha el siguiente semestre en el Congreso. Y solo rezo —ahora más de forma metafórica— para que ojalá no tengamos que seguir contando tantos números y muertes antes de que pase una Ley Trans. Es decir, una ley que reconozca el derecho fundamental de todas las personas a su dignidad y a su identidad de género. Algún día —no muy pronto— volverán los momentos para celebrar. Por ahora, orgullosamente, permítanme un minuto de silencio, en medio de tanto orgullo, para llorar a mis hermanas muertas.
La nueva Bulla!: no hay silencio que valga
Tenemos nueva entrega de Bulla!, el podcast de La Liga que dirige Luna Robayo. Y esta semana, seguimos hablando de derechos LGBTIQ+
Porque no todxs se quieren casar, pero quienes quieren deberían poder hacerlo sin importar su orientación sexual. No todxs quieren adoptar, pero quienes quieren deberían poder hacerlo sin importar el sexo de su pareja, o si no tienen una. No todxs son heterosexuales, pero TODXS deberían poder vivir sus vidas sin que se les agreda. Así de simple.
En este episodio, conversamos con Beldys Hernández de Colombia Diversa sobre el matrimonio igualitario. Pero la cosa va más allá: también vas a escuchar el testimonio de una hija de dos madres que se ha tragado la discriminación solo por cómo está conformada su familia. Esto no es solo una historia, es la realidad de por qué estas conversaciones son urgentes, necesarias y nos tocan a todxs.
Y hablando de mentiras: así nos desinforman para jodernos a todxs
Y ahora que estamos en esto de hablar de lo que duele y lo que no se dice, o lo que se dice mal para hacer daño, no podíamos dejar de traerte este reportaje que hicimos con nuestrxs amiguxs de AllOut!, un movimiento global que lucha por los derechos de las personas LGBT+ en todo el mundo. Porque mientras unos luchan por vivir y amar en paz, otros tejen redes para mentirnos a todxs.
Hablamos de políticos, influencers y activistas religiosos unidos en la tarea de desinformar contra las personas LGBTIQ+. No es chisme: es una estrategia. Usan la desinformación como arma, apuntándole directo a los derechos, a la dignidad, a todos los avances que han conseguido los movimientos sociales.
Esta nota de Colombiacheck y La Liga no es solo para que te enteres; es para que abras los ojos y entiendas cómo funciona la manipulación, cómo se cocinan las narrativas que quieren retrocedernos. La nota muestra las conexiones, las tácticas, los nombres que están detrás de esa cruzada de odio que se disfraza de "valores" o "libertad de expresión". Es un entramado complejo y dañino, que no se limita a X, sino que se infiltra en cada rincón.
La mejor defensa contra la mentira es saber cómo la construyen.