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Estimades amigues de La Liga Contra el Silencio,

Les escribo en relación al boletín reciente que aborda la explotación sexual y al artículo "Historias de una vieja práctica," publicado en su portal en alianza con Universo Centro. Como trabajadora y activista del trabajo sexual, valoro el interés por mantener este tema en la agenda pública y considero fundamental que nos unamos como sociedad para erradicar toda forma de violencia y explotación de menores. Sin embargo, encuentro necesario ampliar la perspectiva utilizada en sus publicaciones.

Al confluir los términos "explotación" y "trabajo sexual," tanto el boletín como el artículo corren el riesgo de perpetuar estigmas y abordar de manera reduccionista una realidad compleja y diversa. Además, la elección de imágenes de niñas y decisiones editoriales como el uso de entrecomillados para referirse a la "industria" del webcam evidencian un sesgo moralista presente en los medios, que limita la discusión a la exclusión social o la criminalidad, sin profundizar en las implicaciones culturales, económicas y sociales, ni abordar la perspectiva de derechos laborales. En lugar de enfocarse exclusivamente en las situaciones de explotación, es crucial reconocer las múltiples realidades que viven las personas que ejercen el trabajo sexual, así como las causas estructurales que perpetúan su vulnerabilidad.

Es vital también reconocer el rol político que tienen estos discursos ya que, como hemos visto en Antioquia durante este año, son usados para promover una polarización innecesaria y divisoria, que impide discusiones más productivas que puedan contribuir al entendimiento del trabajo sexual desde una perspectiva más amplia y no hegemónica.

Hoy en día, su artículo está lejos de ser "Otra Mirada" está más bien alineado con las voces de instituciones como la Alcaldía, la Policía y la Secretaría de la mujer en Medellín, que criminalizan y estigmatizan a las trabajadoras sexuales, generando múltiples barreras que nos empujan a la marginalidad. Estos discursos tienden a ser muy rentables políticamente pero muy poco efectivas en la reducción de situaciones de trata.

Por eso mismo es "interesante" sobre todo, que estas vocees, como, por ejemplo la de la Policía de Aburrá, están visibles y citadas en el artículo pero no así, las de los gremios de trabajadoras sexuales de Antioquia, que tienen amplia conocimiento sobre la doble moral que precede a este tipo de discursos.

El enfoque teórico y mediático en torno al trabajo sexual debería superar la visión asistencialista y deshumanizante que muchas veces predomina. Les invito a considerar, en futuras publicaciones, una mirada más inclusiva y responsable que permita avanzar en los debates necesarios para comprender el trabajo sexual como un fenómeno social complejo.

Finalmente para profundizar en estas cuestiones, les recomendaría consultar el trabajo de Laura María Agustín, especialmente "The Cultural Study of Commercial Sex" (Agustín, 2005) que habla de ampliar la mirada sobre la industria sexual y los múltiples estudios que demuestran el rol que la desestigmatización juega en combatir la explotación p.e AMA J Ethics. 2017;19(1):122-126. doi: 10.1001/journalofethics.2017.19.1.sect2-170

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