67 | Otra mirada sobre la explotación sexual en Medellín
Las noticias de capturas de “gringos” con menores y las denuncias de abusos han puesto el tema de la explotación sexual en primer plano, pero es una vieja práctica de la que queda mucho por hablar.
Por Pascual Gaviria, editor de Universo Centro.
No es fácil cubrir las historias que son cubiertas, sepultadas, por el exceso de información, los anuncios oficiales, las noticias del día, los viejos prejuicios y los nuevos juicios. En la más reciente edición de Universo Centro (#141) buscamos una manera distinta de mirar el abuso a niños, niñas y adolescentes, en particular, y la prostitución en una ciudad con muchas “opciones” abiertas al comercio sexual.
Como sucede muchas veces en la crónica, el azar marcó la idea que guió a Estefanía Carvajal, María Isabel Naranjo y Laura Almanza, las autoras del especial Historias de una vieja práctica. Buscando testimonios para un artículo sobre “economía de subsistencia” en Medellín fueron apareciendo testimonio de mujeres dedicadas a la prostitución que muy pronto pasaban de sus afugias económicas a los abusos tempranos que las habían arrastrado a la prostitución.
Con esos primeros testimonios comenzaron a trabajar. Terminaron con más de 12 horas de testimonios de mujeres entre 16 y 70 años. Además, la visita al Archivo Judicial de Medellín trajo las voces de procesos penales de comienzos del siglo XX donde las niñas eran tratadas como mercancías por familiares o personas cercanas a sus familias.
La llegada a Medellín de más de 1,3 millones turistas extranjeros en el 2023, las reiteradas noticias de capturas de “gringos” con menores de edad, las miles de denuncias de ciudadanos sobre abuso de menores han puesto el tema de la explotación sexual en primer plano en Medellín. Los extranjeros hicieron visible una práctica local que pasaba desapercibida.
Los testimonios de Historias de una vieja práctica, esa primera persona que son muchas mujeres en la ciudad, dejan ver cómo subsiste una lógica de explotación durante décadas, cómo el reclutamiento muchas veces es un tema familiar y las menores perciben el abuso como una especie de “aventura laboral”, y cómo la institucionalidad está absolutamente desbordada frente a las denuncias y la explotación. Repartir volantes para atacar una epidemia social.
Fotografía: Juan Fernando Ospina/Universo Centro.
Les recomendamos el especial publicado con el apoyo de La Liga. Además de esas seis páginas de la crónica del número 141 de Universo Centro, queremos hacer un pequeño inventario para que no se queden solo con el plato fuerte.
También tenemos una historia que deja preguntas sobre la memoria oficial de la violencia. Muchas veces nos quedamos con las sentencias y el relato de las comisiones, pero la gente que vivió y sigue viviendo en los lugares que sufrieron el conflicto puede tener versiones distintas. El corregimiento de Riachuelo, en el municipio de Charalá, Santander, tuvo una historia de abusos de los paramilitares hace 20 años. El colegio y los alumnos del corregimiento estuvieron en el centro de esa violencia. La visita al lugar, en medio de un acto oficial, demuestra que la memoria es una construcción tan compleja como la verdad.
Una historia de José Eustasio Rivera en Nueva York es el toque literario del número. Lejos de la selva y en medio de los acontecimientos mundiales, Rivera da largas a sus sueños de hacer una película y traducir sus libros. Pero la tragedia siempre está a la vuelta de la esquina y todo termina con el cuerpo de Rivera, fallecido el 1 de diciembre de 1928, en una carrera con la traducción de su novela que viajaba hacia Colombia. Obra y autor por caminos distintos y el mismo destino.
Una historia más de esclavos llegando a la Antioquia del siglo XVII. Las caligrafías del Archivo Histórico de Antioquia, ubicado en el Palacio Uribe Uribe, están siendo rescatadas y descubiertas por el ojo digital. Las yerbas, los miedos de los amos, dos muertes repentinas y posibles venenos a cambio de azotes. Al final, todo se resuelve con unas monedas de oro. Con el juicio a Ana Mandinga en Santa Fe de Antioquia en 1669 cerramos nuestra pequeña saga de historias de esclavos en el departamento. Registros notariales, testamentos y actas sucesorias que entregan la cotidianidad y el horror de algunos de los 12 millones de africanos embarcados a América para ser esclavizados.
Y para que no todo sea dolor y drama aparece Diego Armando Maradona, con sus dramas propios y los dolores de la hinchada de Gimnasia y Esgrima de La Plata. Hace exactamente cinco años Maradona estaba viviendo su última experiencia en las canchas. Arengaba a la tropa de Gimnasia desde el banco, dirigía la tribuna y el equipo. La Plata se rendía ante el 10; hasta los hinchas de Estudiantes querían tocarlo con los ojos. No había táctica, solo alma y ruegos a D10S para no descender. Y el milagro llegó, apareció el coronavirus y la AFA canceló el descenso ese año. Diego todo lo puede.
Lo demás queda para la curiosidad de los lectores de Universo Centro y los seguidores de La Liga Contra el Silencio. Lo mejor de contar historias complejas como la explotación sexual en Medellín, donde cerca de 30 000 mujeres trabajan en la “industria” webcam, es que quedan las pistas y las ganas de nuevas historias. Ya hay algunas líneas para nuevas entregas. Seguimos caminando, oyendo y escribiendo sobre la ciudad y sus curvas. Cualquier cosa, menos quietos.
Historias para un martes cuasi-lunes
Holiiii, por acá les dejo recomendaciones de trabajos de medios aliados para empezar esta semana después del festivo. Esta vez quiero compartir con ustedes relatos que abordan distintos matices de poder y resistencia que van desde los negocios turbios de un empresario hasta un juicio por brujería en la Antioquia colonial. Nos cuentan qué tal.
Los negocios verdes en Boyacá del asesinado empresario ‘Pedro Pechuga’
Juan Sebastián Aguilar, conocido como ‘Pedro Pechuga’, aprovechó su influencia en la zona esmeraldera para lograr contratos con la Gobernación de Boyacá, la Lotería de Cundinamarca, la Alcaldía de Bogotá y las alcaldías de Sogamoso, Duitama, Paipa y Chiquinquirá. En esta investigación de Cuestión Pública está el cuento completo.
Vivir un duelo suspendido
La búsqueda de personas desaparecidas en Colombia ha estado en su mayoría en manos de mujeres. Candelaria Vergara, Rocío del Pilar Castillo y Luz Liliana Salamanca han hecho de esta lucha su proyecto de vida y en Consejo de Redacción te cuentan más sobre cómo ha sido para ellas.
Las yerbas de Ana
En el editorial, Pascual Gaviria ya les contó un poco de esta historia, pero acá voy con más detalles. Se trata del juicio de Ana Mandinga, esclava acusada de brujería en Santa Fe de Antioquia en 1669. Felipe Osorio, autor del texto, recopiló documentos históricos que muestran un contexto de opresión y esclavitud y lo cuenta en esta crónica.
Yo recomiendo… un espacio para leer a Nick Cave.
La semana pasada estuve de reportería en Guainía por temas que pronto publicaremos gracias a una alianza con Mongabay Latam. Les iremos contando. Qué privilegio siento al viajar, gracias al trabajo, a lugares a los que de otro modo no llegaría. Y qué necesario es desconectarse de las ciudades y mirar de cerca a la gente (cara a cara, escucharla) más allá del centralismo, las pantallas y las tendencias.
De las primeras cosas que me enteré al volver a conectarme con las noticias y las redes fue de la amenaza de muerte a Nicolás Sánchez, gran periodista de Vorágine con el que también hemos trabajado en La Liga. En este editorial, el director del medio, José Guarnizo, cuenta el detrás de este episodio y hace reflexiones muy valiosas que les invito a leer. También mucha gente se unió al #TodosSomosVorágine, el grito que intentamos expandir por las redes recordando las historias sobre narcotráfico y paramilitarismo que quieren silenciar.
A veces, cuando me siento abrumada o cuando me hace falta una bocanada de mejores aires vuelvo a The Red Hand Files (está en inglés, pero con ayuda de traductores se lee fácil), un portal del músico y escritor australiano Nick Caves. Es un espacio inspirador, sensible, con respuestas francas, poéticas y reveladoras a preguntas de los seguidores de Cave. Pueden darse una vuelta.
Jeanneth Valdivieso Mancero, editora y coordinadora periodística.
Un kiwi* reflexiona sobre cómo decenas de miles de colombianos tienen decenas de miles de razones para irse.
[*N. del K.: Para quienes no lo sepan, ‘Kiwi’ es la manera en la que se refieren a las personas que, como yo, nacimos en Nueva Zelanda. Y por si tampoco lo sabían, el Kiwi, un ave de 45 centímetros de alto, es el ave nacional de mi país.]
Esta semana, lamentablemente, hemos visto, en un claro blanco y negro, una serie de actos de violencia, desplazamientos y amenazas a lo largo del país. Lo que a menudo no se nos viene a la mente es que estas también son algunas de las razones por las que la gente deja Colombia. Desde la amenaza de muerte a un periodista en Vorágine hasta la creciente violencia en Cauca y la ofensiva militar en el corregimiento de El Plateado para desalojar a un frente del Estado Mayor Central (EMC), abundan las razones por las cuales las personas opten por migrar.
La razón para irse de un hombre de Buenaventura, a quien conocí hace unos días en la frontera entre Nicaragua y Honduras, fue la dura realidad de la violencia de pandillas en la costa pacífica, a lo que suman las limitadas oportunidades laborales sin un diploma escolar. En Nueva Zelanda, nuestra economía depende de los trabajadores migrantes, pero casi nunca escuchamos o leemos sobre las historias detrás de cómo las personas se convierten en “migrantes”.
La semana pasada conocí a muchos colombianos en uno de los numerosos centros de atención migratoria que existen entre Colombia y Estados Unidos, cada uno con su propia historia. Lamentablemente, el hombre de Buenaventura y su pareja no estaban migrando en el momento que los conocí. Después de quedarse sin dinero y sin mucha suerte han estado trabajando durante un año en el sur de Honduras, sirviendo a la población migrante con la esperanza de ganar lo suficiente para continuar su camino. Esta es una realidad para muchas personas que quedan atrapadas en la senda migratoria, entre una vida anterior y el ‘sueño americano’.
Si bien la mayoría de las personas no migran, los millones que sí lo hacen deben justificar esta decisión por sí mismos, y creo que rara vez tenemos el derecho de juzgar sus elecciones. Desafortunadamente, aquí es donde los medios de comunicación occidentales a menudo fallan. Ya sea en Estados Unidos, Italia o Nueva Zelanda, puede ser muy difícil comprender por qué alguien optaría por migrar, porque estas no son realidades que encontramos en nuestra vida cotidiana. Además, los medios rara vez conectan los puntos entre los solicitantes de asilo y sus razones para buscar asilo. Así que cuando las personas llegan a nuestras fronteras en busca de refugio, hay una falta de comprensión sobre por qué dejaron sus países de origen.
A medida que se acerca la elección en Estados Unidos y decenas de miles de personas buscan refugio en ese país deberíamos tratar de conectar los puntos y contar historias más completas de migración que vinculen a los solicitantes de asilo con sus razones para buscar asilo.
Timothy O’Farrell, redacción.
Estimades amigues de La Liga Contra el Silencio,
Les escribo en relación al boletín reciente que aborda la explotación sexual y al artículo "Historias de una vieja práctica," publicado en su portal en alianza con Universo Centro. Como trabajadora y activista del trabajo sexual, valoro el interés por mantener este tema en la agenda pública y considero fundamental que nos unamos como sociedad para erradicar toda forma de violencia y explotación de menores. Sin embargo, encuentro necesario ampliar la perspectiva utilizada en sus publicaciones.
Al confluir los términos "explotación" y "trabajo sexual," tanto el boletín como el artículo corren el riesgo de perpetuar estigmas y abordar de manera reduccionista una realidad compleja y diversa. Además, la elección de imágenes de niñas y decisiones editoriales como el uso de entrecomillados para referirse a la "industria" del webcam evidencian un sesgo moralista presente en los medios, que limita la discusión a la exclusión social o la criminalidad, sin profundizar en las implicaciones culturales, económicas y sociales, ni abordar la perspectiva de derechos laborales. En lugar de enfocarse exclusivamente en las situaciones de explotación, es crucial reconocer las múltiples realidades que viven las personas que ejercen el trabajo sexual, así como las causas estructurales que perpetúan su vulnerabilidad.
Es vital también reconocer el rol político que tienen estos discursos ya que, como hemos visto en Antioquia durante este año, son usados para promover una polarización innecesaria y divisoria, que impide discusiones más productivas que puedan contribuir al entendimiento del trabajo sexual desde una perspectiva más amplia y no hegemónica.
Hoy en día, su artículo está lejos de ser "Otra Mirada" está más bien alineado con las voces de instituciones como la Alcaldía, la Policía y la Secretaría de la mujer en Medellín, que criminalizan y estigmatizan a las trabajadoras sexuales, generando múltiples barreras que nos empujan a la marginalidad. Estos discursos tienden a ser muy rentables políticamente pero muy poco efectivas en la reducción de situaciones de trata.
Por eso mismo es "interesante" sobre todo, que estas vocees, como, por ejemplo la de la Policía de Aburrá, están visibles y citadas en el artículo pero no así, las de los gremios de trabajadoras sexuales de Antioquia, que tienen amplia conocimiento sobre la doble moral que precede a este tipo de discursos.
El enfoque teórico y mediático en torno al trabajo sexual debería superar la visión asistencialista y deshumanizante que muchas veces predomina. Les invito a considerar, en futuras publicaciones, una mirada más inclusiva y responsable que permita avanzar en los debates necesarios para comprender el trabajo sexual como un fenómeno social complejo.
Finalmente para profundizar en estas cuestiones, les recomendaría consultar el trabajo de Laura María Agustín, especialmente "The Cultural Study of Commercial Sex" (Agustín, 2005) que habla de ampliar la mirada sobre la industria sexual y los múltiples estudios que demuestran el rol que la desestigmatización juega en combatir la explotación p.e AMA J Ethics. 2017;19(1):122-126. doi: 10.1001/journalofethics.2017.19.1.sect2-170