63 | Lo que engendran las palabras
Decir "muñecas de la mafia", "guerrillero", "golpe de Estado" implica una elección de palabras; detrás de las palabras hay intenciones, sesgos e intereses. Sobre esto va el editorial de esta semana.
Por Javier Sebastián Esguerra, profesor, escritor y creador digital de arte, literatura y cultura.
Hace algunos días, en el acto de posesión de la nueva Defensora del Pueblo, Iris Marín, el presidente Gustavo Petro se refirió a las periodistas como “muñecas de la mafia”. ¿Por qué tal afirmación no es un asunto menor? ¿Por qué las palabras son un campo de disputa político? En la lengua yace buena parte de nuestra experiencia cotidiana y hay en juego mucho más de lo que pensamos.
Esto me recuerda uno de los pasajes más importantes del Evangelio de Lucas, cuando el arcángel Gabriel se aparece ante María para preguntarle si quiere ser la madre del hijo de Dios, porque incluso el creador necesita el consentimiento de su criatura para engendrar a su hijo. Ella le responde: “Hágase en mí según tu palabra”. Y en esa respuesta queda consumado el trato. Con la simpleza del verbo cotidiano se hace carne un dios.
Lo que ese pasaje encierra es mucho más que un evento bíblico, es la intuición que compartimos los seres humanos de que en la palabra se sintetiza lo divino y lo profano, la vida y la muerte. Pocas veces reparamos en el poder de esa herramienta que usamos, manipulamos y retorcemos a diario: la lengua.
Es quizá su omnipresencia la causa de nuestro descuido. La damos por sentado como la cuchara del almuerzo, el camino al trabajo, la puerta de casa. Sin embargo, todas estas cosas son invenciones humanas y tienen el carácter de herramientas como un martillo o una aguja.
Así pues, la lengua tiene usos y desusos, sirve para hacer y deshacer, para crear y destruir.
No es extraño, entonces, que una de las primeras cosas que los regímenes autoritarios tratan de regular es el uso de la lengua. Al imponer una forma de decir, se sugiere también una forma de ver el universo.
La lengua crea nuestra realidad. Es sólo a través de la lengua que comprendemos el mundo.
La lengua es, entonces, política. Como toda herramienta humana responde a las intenciones, sesgos e intereses de su usuario. También a su comprensión del mundo y a los límites de su experiencia.
Ilustración: Alberto Montt.
Aunque en Colombia compartimos muchas palabras con otros hispanohablantes, hay algunas que son propias de nuestra cultura y resultan desconocidas más allá de nuestro territorio. “Chimba” significa una cosa aquí y otra en Honduras. Ese es un ejemplo de cómo la lengua está amarrada a la cultura y es un producto humano tanto como cualquier tecnología. Otra de esas particularidades del español en Colombia es el uso del diminutivo. Aquí, “un tinto” es una cosa, y “un tintico”, otra. “Cinco minutos” son diferentes a “cinco minuticos”. Los primeros se comprenden más largos que los segundos, así sean los mismos cinco.
Ahora, después de habernos detenido un poco en la lengua y de verla como una extraña que conocemos por primera vez, podemos recordar que, a pesar de su omnipresencia, su uso no es arbitrario ni inocuo. Cada palabra que pronunciamos es el resultado de una rápida acción mental que nos permite seleccionar entre miles de opciones el sonido que saldrá de nuestros labios. También pasa en la escritura. Yo podría poner aquí la palabra “trapisonda”, pero no, elijo otra que tiene sentido con la anterior y con lo que quiero que imagine la persona que está leyendo. Si en este punto deseo que imagine un edificio altísimo de ladrillos morados, acabo de implantar esa imagen improbable en su cabeza simplemente con las palabras.
Hoy en día, ante la exposición a la información que suponen las redes sociales, pasamos mucho tiempo bombardeados por las palabras. Todas esas palabras no son elecciones azarosas, ni inofensivas. Al contrario, son una cuidadosa decisión tomada para vendernos algo, implantarnos una idea, transmitir una imagen.
Por eso, no tiene nada de inocente que el presidente Petro les diga a las periodistas que son “muñecas de la mafia”. No es un simple apunte jocoso. Al hacerlo está invocando una imagen y sugiriendo una historia que queda clara en la mente de quien lee casi instantáneamente. Tampoco el uso de la palabra “guerrillero” con el cual algunos se refieren al presidente. Cada una de estas personas toma la decisión consciente de usar la palabra para implantar una imagen, para invocar una emoción, un significado. Después de décadas de propaganda antiguerrilla en Colombia, ¿cómo es que la gente no va a asignar a esa palabra tanta sangre y tanto dolor?, ¿cómo es que no se va a deslizar un nexo con el narcotráfico al decir que las periodistas son “muñecas de la mafia”?
Con el mismo poder que la palabra divina engendra la vida, engendramos nuestras vidas en el uso cotidiano de la lengua. Y así como es de escueta la posibilidad de la vida, lo es la de la muerte.
En la adversidad reside el poder
Jelouuuuu, buen lunes para ti.
Esta semana te traigo tres trabajos de medios aliados de La Liga sobre temas muy difíciles: la soledad del duelo perinatal en mujeres en situación de vulnerabilidad, la resiliencia de una cantaora transgénero en Antioquia y la historia de enfermerxs que enfrentaron la guerra del conflicto armado. Son temas en los cuales el periodismo aborda realidades complejas que me conmovieron y quiero compartirlas contigo.
Un vacío en el cuarto y en el cuerpo
“Vivir la pérdida de un bebé, feto, o embrión, puede ser una experiencia atravesada por la soledad”. De esto trata este artículo de De La Urbe que, a través de testimonios de diferentes mujeres, revela la falta de redes de apoyo para quienes resultan afectadas tanto en su salud mental, como física en el proceso de un duelo perinatal. ¡Las ilustraciones de este trabajo están preciosas, te recomiendo ir a verlas!
La poderosa
Universo Centro cuenta la historia de La Poderosa, una cantaora y bailarina transgénero del bullerengue. Su vida ha estado marcada por la violencia, el desplazamiento y el abuso, pero a pesar de eso refleja su identidad y su poder como artista en los demás. Hoy, dirige Ecos de Tambó, una corporación que brinda apoyo y refugio a niños y jóvenes en San Juan de Urabá, y es conocida por su capacidad de transformar el dolor en música. ¿Quieres leer más? Haz clic aquí.
Enfermería en tiempos de guerra
Siempre he pensado que el trabajo de enfermería es duro, pero imagínense serlo como parte del conflicto armado en Colombia. En este podcast, Consejo de Redacción cuenta la historia de Raúl Estupiñán, enfermero del Ejército, y Alminda Mindiola, enfermera de la extinta guerrilla de las FARC. Pinta como una buena historia ¿no?
Nicoll Fonseca, gestora de redes.
Yo recomiendo… “Un florero que se rompe”.
Hace algunas semanas se publicó Un florero que se rompe, un libro/fanzine escrito por ocho personas que trabajaron durante años en la Comisión de la Verdad escuchando a víctimas, victimarios y testigos de más de medio siglo de conflicto que ha vivido Colombia.
Parte crónica, parte diario, parte ensayo y parte exploración literaria, los textos que componen Un florero que se rompe hacen que la historia de nuestro conflicto —ese compendio de memoria que se congregó en “Hay futuro si hay verdad”, el informe final de la Comisión—, nos vuelva a pasar por el cuerpo.
Es un ejercicio poderoso en hacer que la memoria, eso que tan fácil se desvanece, vuelva a ser: que se repita, podamos tocarla, respirarla. Así lo describen sus autores en la introducción: “(...) queremos pensar que este espacio fue una respiración en conjunto hacia un sentir complejo que resignifica —o invita a resignificar— todo el proyecto transicional. Es, también, un llamado a romper el florero de los silencios para que ese tránsito sea justo y cuidadoso con quienes lo están haciendo realidad”.
El libro completo lo pueden leer y descargar acá.
Alejandro Gómez Dugand, director de La Liga.
Un kiwi* reflexiona… sobre la protesta en Bosa por el asesinato de Camilo y Camila
[*N. del K.: Para quienes no lo sepan, ‘Kiwi’ es la manera en la que se refieren a las personas que, como yo, nacimos en Nueva Zelanda. Y por si tampoco lo sabían, el Kiwi, un ave de 45 centímetros de alto, es el ave nacional de mi país.]
Foto: Timothy O’Farrell.
Eran casi las 11 de la noche del sábado cuando reflexioné sobre esto, sentado en un taxi de regreso al centro desde Bosa, al sur de Bogotá. Me sentía como cuando sales de una película que te sacude hasta el fondo. ‘¿Había estado en algo así antes?’, me pregunté. No estoy seguro. Tal vez, pero al menos no que yo recuerde. Claro, había estado en muchas manifestaciones, pero ninguna como esta.
El 15 de agosto asesinaron en Bosa a dos jóvenes y una tercera persona fue llevada al hospital. Camilo Sánchez y Camila Ospitia eran líderes comunitarios y culturales, ambos en sus veintes. Sus amigos, con quienes hablé el sábado, los recuerdan con cariño y por su trabajo en favor de la paz en Bosa, enfrentándose a los grupos criminales y el microtráfico. Los ven también como agentes de cambio a través del breakdance y el freestyle. Sobre el tema, te recomiendo leer esta historia de El País y esta de Cerosetenta.
La pregunta que me hacía reflejaba el privilegio que alguien como yo tiene. ¿Había estado alguna vez en una protesta con una conexión tan directa con las personas que protestaban?
Siempre he sentido curiosidad por los movimientos sociales y el poder desde la base, por eso he ido a muchas protestas. Contra la supremacía blanca, Ucrania, Palestina, la comunidad LGBTQ+, los derechos indígenas y de las mujeres, Black Lives Matter, y otras. Pero al reflexionar sobre esto el sábado, se me hizo claro que esta manifestación en Bosa era diferente.
Entre lágrimas, risas, cantos y baile se reunieron los amigos y familiares de Camila y Camilo. Protestaban contra la falta de acción de la Policía, la Alcaldía de Bosa, la Alcaldía de Bogotá y el Estado colombiano para proteger a los jóvenes de Bosa de la violencia y del reclutamiento por parte de los grupos criminales, y para proporcionar oportunidades y alternativas al negocio de las drogas.
Estas personas no estaban protestando por una guerra a miles de kilómetros, ni por un problema social que afecta a millones en todo el planeta. Estaban allí porque habían perdido a sus amigxs. Y también porque se sienten inseguros en Bosa. Es un privilegio no tener que protestar por algo que no te afecta de la manera más directa posible, como la muerte de un/x amigx. Colombia, lamentablemente, tiene demasiadas protestas como esta, donde las víctimas también son los manifestantes.
Existe un profundo deseo de paz de gente que al mismo tiempo está muy familiarizada con lo contrario, una yuxtaposición incómoda que muestra los colores más oscuros y hermosos de la sociedad colombiana.
Timothy O’Farrell, redacción.
A ti, que llegaste hasta acá… Las promesas de Petro a la prensa “alternativa”
A finales de la semana pasada fue noticia —sobre todo en los nichos de periodistas— el Encuentro Nacional de Medios Alternativos, Comunitarios y Digitales, organizado por el gobierno Petro en Quindío, Armenia, y en el que el MinTic gastó unos 2 800 millones de pesos, según reportó La Silla Vacía.
Ante unos 1 500 integrantes de este tipo de medios que asistieron al evento, el presidente dijo que él mismo era “un ejemplo de una comunicación alternativa” y se declaró “un político comunicador alternativo” (lo que sea que eso signifique; yo no lo tengo claro).
Pero el anuncio más importante que hizo fue ofrecer que a través de una “directiva presidencial” se debía entregar el 33,33 % de la pauta oficial del gobierno a los medios alternativos. Habló de la directiva porque dijo que también querían presentar una ley al Congreso para esto; “la ley de tercios”. El auditorio estalló en aplausos (antes los asistentes habían coreado “Petro, amigo, el pueblo está contigo”).
Por el ministro de las TIC, Mauricio Lizcano, que habló en el evento poco antes de Petro, supimos que ese porcentaje no supera ni el 10 % en la actualidad. No era la primera vez que se hablaba de esto. Nada ha cambiado desde el 18 de abril de 2023, hace un año y casi seis meses, cuando se realizó el primer encuentro con los medios alternativos, comunitarios y digitales, pero en Bogotá, y se planteó como un tema fundamental el de la pauta oficial.
Ese asunto es crucial. La asignación de la pauta pública, por ejemplo, es clave en las regiones con entidades locales y eso también puede ser problemático porque no existe una legislación adecuada que garantice transparencia en la entrega de esos recursos e independencia editorial, pues para muchos medios es la principal fuente de financiamiento y puede convertirse en un factor de censura; “no se muerde la mano que da de comer”, se dice.
Dice la FLIP que “la asignación de la publicidad oficial es, después de la violencia, el segundo factor más determinante de censura y autocensura en el periodismo colombiano”.
Así que hablar de pauta pública no es solo entregar recursos. Ojalá el gobierno Petro tenga en cuenta también eso. Hay ejemplos de regulación en países como Canadá, Perú, Uruguay o España.
Petro, además, hizo otra promesa. Dijo que el MinTic anunciará la entrega de “un canal de televisión para las organizaciones sociales y populares de Colombia; para que se escuchen otras voces”. No dio más detalles y no está claro cómo lo haría. Veremos.
Jeanneth Valdivieso Mancero, editora y coordinadora periodística.