49 | El juicio a Chiquita, versiones encontradas y cubrimientos vagos
Salimos con un día de retraso, pero acá estamos con unas disculpas por eso y con la promesa de que este Boletín les aportará reflexiones y datos que no sabían que necesitaban.
Por Tatiana Devia* y Daniel Marín López**
En Hoja Bandera, el trabajo de Ana Núñez Rodríguez, la artista propone una memoria social alternativa con nuevas narrativas para abordar el episodio histórico de la masacre de las bananeras de 1928. Lo hace a través de la recontextualización y la generación de una nueva sintaxis sobre la base del archivo fotográfico de la United Fruit Company (que después se transformó en Chiquita Brands International), de testimonios, recuperación de telegramas y documentos de la época, entre otros insumos. Entreteje también las comunicaciones entre el gobierno colombiano, el consulado de Estados Unidos y la United Fruit Company e interpela así el discurso oficial, pero sobre todo rompe con el mito fundacional de que la United Fruit Company fue el eje del desarrollo en zonas del Urabá y el Magdalena, y que la presencia de esas empresas gigantes del agro fueron agentes estabilizadores de muchas regiones, como dice parte de la literatura académica.
Hoy, volvemos a hablar de Chiquita y de las narrativas alrededor de esa empresa.
Tomado del proyecto Hoja Bandera.
Al leer los cables del consulado de Estados Unidos, presentes en Hoja Bandera, quedan claros los reclamos de ese país para que el gobierno colombiano irrumpiera por la fuerza y protegiera sus bienes. Quedan claras las formas, todas ellas coloniales, de la empresa para asentarse en el país. Queda claro también cómo esa empresa insertó los repertorios de violencia a sus modelos de agroproducción de banano (United Fruit Company jugó un papel clave en el golpe de estado guatemalteco de 1954). Nada nuevo para eventos de hace 100 años, para una empresa cuya marca se veía así:
Tomado del proyecto Hoja Bandera.
La semana pasada, Chiquita fue condenada a pagar una indemnización millonaria a nueve víctimas del paramilitarismo de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC). Como lo explicamos acá, este juicio demostró ante un jurado de la Florida cómo Chiquita financió y asistió logísticamente a las AUC, quienes asesinaron entre 1997 y 2004, a las víctimas de este caso.
Detrás de este juicio vienen otros más que incluyen aproximadamente 4 900 víctimas más involucradas en estas demandas en los Estados Unidos. Por el derecho estadounidense, este veredicto inevitablemente debe ser el precedente que guíe esos juicios. Es decir, Chiquita siempre arrancará con el precedente de responsable en su frente.
Al margen del resultado final que hemos discutido en espacios como Caracol Radio y Presunto Podcast hay un punto que quisiéramos resaltar de lo que fue este juicio: la batalla de los expertos. Como en las películas, el momento del descubrimiento de pruebas y el interrogatorio a expertos es tremendamente complejo, lleno de reglas técnicas y emotividad. Se trata de convencer a los jurados entretejiendo una historia.
En este juicio se debía demostrar con un alto nivel de probabilidad que las víctimas, familiares de los demandantes, fueron asesinadas por las AUC, que la empresa no actuó como “una persona de negocios razonable” y también proporcionó apoyo sustancial a los paramilitares, o mejor que Chiquita financió a las AUC. Lo que los abogados conocemos como nexos causales. Por su parte, se esperaba que Chiquita buscara mostrarse como la víctima de extorsión en medio de regiones a las que le debían todo su desarrollo y estabilidad. En efecto se siguió el guión, pero lo clave es a quién llamaron para performarlo en el estrado.
Por el lado de los demandantes se presentaron muchas personas. Expertos en la relación colomboamericana y el conflicto, en los documentos desclasificados llamados los Chiquita Papers, en las victimizaciones del Urabá y el Magdalena, así como las propias víctimas. Estos expertos presentaron una base clave para el caso, lo cual incluyó resúmenes de miles de documentos, análisis de bases de datos y presentaciones de contexto sobre las regiones y los grupos armados. Por ejemplo, Michael Evans, de National Security Archives, habló sobre los pagos hechos por Chiquita a las AUC entre 1995 y 2004. Oliver Kaplan, de la Universidad de Denver, dio su testimonio sobre las violencias en la regiones relevantes y la evidencia proveniente del sistema de justicia transicional conocido como Justicia y Paz y bases de datos como el CINEP, demostrando las correlaciones con los asesinatos de las víctimas, usando un estándar de alta probabilidad.
Por el lado de Chiquita se acercaron al estrado ejecutivos del área contable de la empresa (a propósito de dónde salen los pagos y las actas), dos exgenerales del ejército colombiano y, para sorpresa del público, el profesor Jorge Restrepo, director del Cerac (Centro de Recursos para el Análisis de Conflictos), una de las instituciones que le hace seguimiento al proceso de paz. Los exgenerales y el profesor Restrepo fueron contratados hace varios años por Chiquita para construir su defensa.
Restrepo explicó que de acuerdo a su análisis estadístico, los datos muestran que la violencia paramilitar disminuyó en las regiones bananeras entre 1997 y 2004 y sostuvo que no hay correlación entre el momento de los pagos de Chiquita a las AUC y la dinámica de la violencia en las regiones bananeras durante el conflicto armado. También testificó que no hay apoyo estadístico para concluir que las AUC mataron a ningúna víctima en particular. Por supuesto, esto era un ataque directo al testimonio del profesor Kaplan e incluso a lo que se había discutido previamente con respecto a las declaraciones de antiguos miembros de las AUC, quienes aceptaron responsabilidad por los asesinatos de víctimas en este caso.
Por su lado, los exgenerales del ejército colombiano Yesid Sánchez Ruiz y Gustavo Rincón Rivera, hablaron sobre la violencia ejercida por las AUC en un marco de guerra sin ideología alguna, sino de total caos por el control del narcotráfico. En general, la historia que se pintó fue la de un contexto con grupos armados ilegales creados por carteles (Cartel de Medellín, Cartel de Cali, etc.) que se peleaban por el control del territorio para producir y transportar cocaína.
Incluso, con respecto a los grupos guerrilleros, como las FARC y el ELN, se dijo que fueron grupos constituidos desde el principio como narcoterroristas y sin ideología alguna. En general, estos testigos hicieron uso de su experiencia profesional, para desvirtuar el vínculo causal y pintar un contexto únicamente asociado al narcoterrorismo y no a los complejos elementos socioeconómicos que hacen parte del conflicto armado. Al final, el general Gustavo Rincón Rivera confesó que ni siquiera tenía conocimiento sobre la aceptación de cargos de Chiquita y el acuerdo al que llegó con el Departamento de Justicia estadounidense en 2007.
Fueron semanas de oír a parte y parte. Por momentos, como cuando el reputado profesor Restrepo presentó su testimonio, parecía imposible que las víctimas lograran ganar el juicio. Hubo tensión puesto que el hecho de que un profesor como Restrepo desmintiera, a través de la sangre fría de la inferencia estadística la posibilidad de que las víctimas no hubiesen sido asesinadas por las AUC, cayó como un baldado de agua.
También surgía ese miedo de que las víctimas no pudieran ganar el juicio cuando generales en retiro llegaban a exclamar que una amenaza narcoterrorista era lo que había en esas regiones y que por otro lado, los ejecutivos de la empresa dijeran que Chiquita era el agente estabilizador de esas regiones con empleo y producción. Igual que hace 100 años, la empresa repetía lo mismo, el mismo guión.
A pesar de múltiples versiones oficiales, de la Comisión de la Verdad en Colombia, de un preacuerdo con el Departamento de Justicia de los Estados Unidos, Chiquita sacaba la carta de la extorsión por parte de las AUC buscando no solo liberar su culpabilidad sino imponer su historia en el estrado, la historia de la buena empresa que hace país y es tan víctima como el resto.
Para el periodismo judicial esta batalla de expertos debe despertar reflexión sobre lo que se está cubriendo y de qué manera. La semana pasada salieron notas y notas sobre el resultado del juicio, por fortuna a favor de las víctimas. Sin embargo, durante el desarrollo del proceso fue muy pobre el cubrimiento de este tema, con contadas notables excepciones como El Espectador y Noticias Uno.
El domingo antes del fallo nos preguntábamos: ¿Que pasaría si perdieran las víctimas? En nuestro ejercicio de especulación nos imaginábamos la descontextualización absoluta. El eco de lo que se dijo en el juicio llevado a la distorsión. Seguramente —pensábamos— los políticos aprovecharían para decir que quienes impulsan estas acciones fomentan cacerías de brujas contra las empresas, que se cae el mito de las bananeras, que toda la verdad extrajudicial y los cubrimientos periodísticos que destaparon sus alianzas con grupos armados eran una trampa.
Debemos confesar que nos daba mucho susto ese escenario. Y nos daba susto porque durante el mes del juicio no se cubrió lo que se decía y no se contextualizó por qué se decía. La prensa judicial debía estar ahí y no estuvo, se corrió un riesgo muy grande que menos mal no se consumó. Vienen más juicios en los próximos meses contra esta y otra empresa, ojalá se planee el cubrimiento exhaustivo. En estos casos cubrir el proceso es clave pues el veredicto nunca es claro hasta el final y, en momentos donde la información que se presenta al público posteriormente puede ser muy tendenciosa, ahí debemos estar para contextualizarla y darle su peso.
Como lo hemos dicho donde hemos hablado este es un fallo que de nuevo pone el ojo sobre la impunidad de violaciones graves con complicidad empresarial. Hay que agradecer a quienes litigaron y a las víctimas que durante 17 años lucharon por esta decisión. Por ellas debemos estar a la altura de los acontecimientos, creemos que así será.
*Tatiana Devia es abogada colombiana y consultora jurídica que acompañó el caso en West Palm Beach, Florida. Profesora de Florida Gulf Coast University.
**Daniel Marín López es abogado, politólogo e investigador independiente sobre la relación entre empresas y violaciones de derechos humanos en el conflicto. Profesor de la Universidad de los Andes. Acompañó desde Colombia a Tatiana Devia en la contextualización del caso.
Otras empresas, otros temas
El caso de Chiquita es emblemático por el tiempo transcurrido (17 años de lucha de las familias de las víctimas del paramilitarismo asociado a la bananera por buscar justicia y verdad), pero también porque el juicio se realizó en Estados Unidos y fue allá donde los familiares encontraron algo de justicia. En Colombia hay mucho todavía por investigar. Y el fallo obtenido en una Corte de la Florida sienta importantes precedentes para juzgar otros casos.
Otras empresas, por otras razones, son protagonistas de investigaciones de integrantes de La Liga. Acá les traigo algunas:
En su más reciente publicación “La jugadita de Todo Rico para evitar los sellos de advertencia”, Vorágine investigó sobre cómo va la colocación de los sellos de advertencia obligatorios en los empaques de alimentos, medida vigente desde el 15 de junio, y mostró cómo se ha movido la industria de ultraprocesados frente a esa decisión.
Hace poco, como parte del especial #NarcoFiles, Cuestión Pública mostró cuáles navieras son las favoritas de la mafia en Colombia. Se trata de Maersk y CMA-CGM. Documentos filtrados de la Fiscalía evidencian que sus embarcaciones, las siglas de sus contenedores y los muelles de llegada de estas compañías en Europa son mencionados por criminales para hablar en clave sobre envíos y rutas de cocaína.
Aunque los medios públicos no son propiamente una empresa, sí son un sector clave que mueve mucho talento, dinero e intereses en Colombia. Y a propósito de que este mes se cumplen 70 años de la televisión colombiana, 070 publicó la entrevista “Dudar de todo, una conversación sobre los medios públicos en Colombia”, en alianza con la revista GACETA, del Ministerio de Cultura. Dago García, Diana Díaz y Santiago Rivas, conversaron sobre el estado del arte de los medios públicos, el lugar de la audiencia con la entrada de las plataformas de streaming y futuros imaginados de la televisión.
Bonus track
Publicamos dos nuevas historias del proyecto Amazon Underworld. Crimen y corrupción a la sombra de la selva tropical más grande del mundo, del que La Liga hace parte [y que es uno de los trabajos finalistas del Premio Gabo de periodismo en la categoría cobertura]. No dejen de leer “Criminales colombianos y ecuatorianos extienden su violenta influencia por la Amazonía” y “Tras las huellas del contrabando de tortugas y sus huevos en la selva amazónica de Bolivia”.
Por Jeanneth Valdivieso Mancero, coordinadora periodística y editora.
Yo recomiendo cuentos y crónicas
El periodismo recopila la mayor cantidad de información sobre un tema para contar una historia que se acerque lo más posible a la idea de lo que es real. Hacer periodismo en Latinoamérica, hemos visto, es un oficio peligroso. Últimamente he vuelto a los estantes de mi casa para ver los libros que tengo pendientes por leer y me he inclinado por el cuento latinoamericano para entender cómo la literatura resulta siendo un escudo para contar cómo se ejercen poderes censuradores sobre lxs escritores. Aquí les dejo recomendaciones de autores y obras para que puedan tener una idea de qué leer y también de lo ingeniosxs que han sido estxs autorxs para poder burlar esquemas de censura en diferentes regímenes de poder.
Escribir a escondidas
Luisa Valenzuela vivió en Argentina hasta principios de 1979, durante el periodo con mayor cantidad de desapariciones, torturas y matanzas en ese país. En ese año había un gran sentimiento negacionista frente a la violencia y, en ese contexto, la escritura se convirtió en un oficio peligroso.
Lo que Valenzuela hace en obras como “Aquí pasan cosas raras” y “Los censores” es contar la experiencia de vivir en un país que está en una situación muy violenta, pero cuidándose de ser censurada. Estos cuentos me gustan mucho porque son un ejemplo de cómo la literatura y la ficción pueden ser un refugio para lograr hacer una denuncia. Estas obras representan para mí formas inteligentes de escapar de la censura que ejercía la dictadura militar sobre quienes decidían contar historias.
Sobre Cuba, la escritura y el exilio
Estuve leyendo “Aquello que estaba deseando ocurrir”, una compilación de cuentos del escritor y periodista cubano Leonardo Padura en donde se ilustran muchas realidades de la vida cubana y que les recomiendo mucho. Padura se ha enfrentado a la dificultad de escribir sobre un país en el que los escritores son censurados o deben autocensurarse como un mecanismo de defensa ante las autoridades de Cuba.
Padura, contrario a otros escritores, tiene una gran ventaja, pues lo que escribe lo reciben directamente sus editores en Barcelona y así evita pasar por algún filtro de censura institucional cubana.
Otro exilio, otro escritor cubano
Abraham Jiménez es cubano, pero vive en España porque lo persiguieron durante años por su trabajo como periodista independiente. Está exiliado después de que intentó publicar relatos en los que contaba el día a día en Cuba y, claro, al régimen no le simpatizó mucho.
El gobierno le retuvo el pasaporte durante dos años y aún así eso no fue impedimento para publicar La isla oculta, un libro de crónicas que exponen la vida en la isla y que además se escribió con el objetivo de no ser un libro más sobre la percepción que de tenía del país posterior a la Revolución Cubana.
Abraham será uno de los invitados del próximo Festival Gabo, que se realizará en Bogotá del 5 al 7 de julio.
Nicoll Fonseca, gestora de redes.
A usted, que llegó hasta acá… Algo más sobre la crisis (y no mucho más)
Esta semana me invitaron a escribir en el Niusléter de 070 para hablar de un tema del que no quiero hablar más: la crisis de los medios independientes. De cómo algunos están pasándola mal en términos de plata, luchando, achicando equipos, replanteando cosas.
No me gusta porque empieza a volverse paisaje, conversa obligada con lxs colegas, tema de festivales y coloquios. Y el problema es que cuando la angustia se vuelve queja se vuelve eco se vuelve ruido. Y de golpe, eso de lo que queríamos hablar, y que tanto nos preocupa, pierde peso: se hace borroso.
Y lo que queremos decir es importante: la calle está dura para los medios independientes en términos de financiación. Y aunque no estamos aún en el borde del abismo, algunos empezamos a verlo cerca.
Pero quiero quedarme en algo que decía en el Niusléter de 070: que la peor crisis es cuando empezamos a confundir las raíces con grietas.
La calle está dura, sí: pero el lugar que se han creado los medios independientes es igual de inamovible. Y es por eso por lo que existe esta Liga, que es al final un espacio de conversación y colegazgo que, estoy convencido, es desde dónde podemos empezar a soñar nuestros próximos futuros.
Pero también es clave que ustedes, audiencias, nos ayuden: necesitamos sus likes, sus shares, sus comentarios así sea para pelearnos. Necesitamos no solo que nos oigan y nos lean y nos vean, sino que además les cuenten a sxs amigxs.
Y necesitamos también que, si pueden hacerlo, apoyen económicamente a los medios. Que busquen los que ya tienen planes de donaciones y membresías y hagan clic (como lo hacen mes a mes con Netflix, Disney+ o HBO. Como lo hacen sin saber muy bien para qué en Rappi). Necesitamos que a los que no tienen membresías, les pregunten, si pueden y quieren, cómo puede apoyar.
Diré algo más sobre la crisis, y no mucho más: en la crisis es cuando más debemos extremar nuestro cariño y nuestro cuidado. Nuestra generosidad.
Diré eso, y no mucho más.
Alejandro Gómez Dugand, director.