42 | Porque mataron un periodista
Son ya tres periodistas asesinados en menos de los cuatro meses que cumple este 2024, al menos cinco en los últimos 18 meses. Colombia está matando a sus periodistas.
He pensado en esta campaña de NoCopio. He pensado en nuestra tendencia a preguntar lo que no deberíamos.
No pregunten por qué los mataron.
En cambio, recuerden esto: el 14 de abril, en Cúcuta, asesinaron a Jaime Vásquez, que desde quien desde la radio y las redes denunció todo tipo de regularidades y que tuvo el programa “A las 19PM, periodismo investigativo con voz propia”. Recuerden, mejor, que el lunes 22 de abril el periodista Julio Alberto Zapata fue encontrado sin vida en su casa, en Antioquia, con heridas de arma blanca. Recuerden, mejor, que tres días después, Juan Alejandro Loaiza, también periodista, fue secuestrado en Huila durante varias horas y el peso de la tradición homicida y las estadísticas nos hicieron creerlo muerto. Y recuerden, mejor, que el 24 de enero, en Sucre, mataron a Mardonio Mejía Mendoza. Que son ya tres periodistas asesinados en menos de los cuatro meses que cumple este 2024. Que son al menos cinco en los últimos 18 meses.
Pero no pregunten por qué lo mataron porque la respuesta no puede ser un consuelo, ni una excusa, ni una explicación. Mataron a un periodista y de esa realidad no hay retorno.
Mataron a un periodista, y es así: urgente.
Y no pregunten si era bueno o malo: no pidan su diploma para verificar el membrete ni reclamen su certificado de notas de la facultad de comunicación para tener su promedio. No pregunten si fue porque investigaba las mafias ni a los poderes o si solo ponía música en la emisora de su comunidad. No pregunten si ganó premios de periodismo o si sabía de la pirámide invertida, ni corrijan, una a una, sus cinco W.
Sus libretas de periodista no les servirán de nada. Ni su grabadora. Ni su opinión sobre Gaza ni el rumbo del gobierno Petro.
No pregunten si era de izquierda o derecha. No pregunten si provida o progresista.
Mataron a un periodista. Mataron. a. un. periodista. Mataronaunperiodista. #MataronAUnPeriodista.
Mataron a un periodista y eso es suficiente. Ese es el dato, puesto ahí: frío, desnudo. Tremendo en su veracidad. Donde antes había una voz, ahora solo hay un silencio que sus preguntas no podrán romper.
Así que no pregunten por qué lo mataron: su número de cédula y las horas que logró acumular en el oficio no podrán conjurar la sangre necesaria para revivir su voz. En cambio repitamos: Julio Alberto y Mardonio,
Julio Alberto y Mardonio,
Julio Alberto y Mardonio,
Julio Alberto y Mardonio,
Julio Alberto y Mardonio.
Hagámoslo con la idea de que el árbol no cayó sólo en el bosque sin oídos para verificar su desplome.
Porque nuestra mirada puede ser más honda y más profunda: porque somos más que eso. Porque la muerte de un periodista es una herida expuesta. Una herida que infecta a poblaciones enteras. Un dolor que se desborda de su cuenca. Una mordaza que se repite sobre otras bocas. La muerte violenta de un periodista es una advertencia: plomo es lo que hay. Plomo es lo que viene.
Porque mataron a un periodista sabemos que el ruido les molesta. Que no quieren que hablemos. Porque mataron a un periodista sabemos que quieren que lo que nos ocurre, lo que sabemos y lo que no, siga siendo un susurro. Porque mataron a un periodista sabemos que la tarea de los que matan sigue siendo la misma: no acabar con una industria sino rasgar el tejido del habla: hacerlo jirones. Que el rugido de su violencia sea la arritmia altisonante que ahogue nuestras voces.
No preguntes por qué los mataron.
No preguntes.
Colombia está matando a sus periodistas.
Alejandro Gómez Dugand, director de la Liga Contra el Silencio.
Tres temas, varias investigaciones
Después de la Filbo
La Feria del Libro de Bogotá de este año está llegando a su fin, y en medio de las recomendaciones, novedades y eventos que deja hay otros asuntos que quedan para seguir pensando en los libros y sus dinámicas comerciales, como este: “El fenómeno Buscalibre: ¿la gran amenaza para las librerías independientes en Colombia?. Este reportaje de Cerosetenta se adentra en la operación de esta tienda virtual de libros, con un sistema de envío ágil y cómodo para los clientes, que sigue expandiéndose por Colombia con una estrategia basada en descuentos imposibles para otras librerías. Del lado de los comercios independientes denuncian competencia desleal.
El mar está desplazando a una población wayúu
Baudó AP viajó hasta una ranchería al sur de Riohacha, en La Guajira, para evidenciar lo que está pasando con su territorio y de ahí surgió este corto documental “La erosión costera acecha el territorio wayúu de Twuliá”, que evidencia los impactos de este fenómeno, producto del calentamiento global. El trabajo es parte de una serie que también incluye el texto “El mar que no cesa” y el ensayo fotográfico “A orillas de un mar agitado”. Súper recomendados.
Los fondos de pensiones, ¿cómo funcionan?
Tras la aprobación en el Senado de la reforma pensional, todo el mundo está pensando en cómo quedará su pensión (cuando le toque) tras los cambios que se proponen. Para otrxs, eso de la pensión se ve como algo lejano. Y aún falta el debate en la Cámara de Representantes, entonces, aún quedan temas por definir. Mientras tanto, mirar hacia los fondos de pensiones y cómo han venido funcionando puede ser útil. Hace un tiempo Cuestión Pública se metió a fondo a investigar este tema y tiene dos contenidos que valen mucho la pena para entender este mundo: “El ahorro de toda una vida le ha servido a las AFP para invertir en proyectos que desangraron al país” y una aplicación web “A dónde va mi pensión”, para conocer a quiénes has financiado por años con tu fondo de pensión.
Jeanneth Valdivieso Mancero, editora y coordinadora periodística.
10 años de Rutas del Conflicto, escribe Óscar Parra.
Que un medio de comunicación alternativo cumpla una década en medio de las difíciles condiciones para ejercer y financiar el periodismo en Colombia es una noticia que nos llena de felicidad. Rutas del Conflicto logró completar 10 años contando historias que aportan al contexto de los ciclos de violencia, que cuentan la complejidad de los distintos conflictos sociales, tan persistentes en el país.
Rutas ha sido un espacio construido a muchas manos, las de decenas de jóvenes, reporteras y reporteros que se han formado en este proyecto y han entregado todo su esfuerzo y creatividad para innovar en las formas de narrar, las de profesionales que se han acercado al proyecto y han dejado su trabajo y su huella con la convicción de hacer un periodismo que le aporte a la sociedad. También las de los colegas aliados de distintos medios que han trabajado en conjunto, construyendo redes de apoyo para investigar y enfrentar las intimidaciones a ejercer nuestro derecho a la libertad de prensa.
Es momento, además, para agradecer a todas las organizaciones que han creído en nuestro trabajo y han financiado el medio. Y esto no es una cuestión menor, en medio de la enorme crisis de financiación del periodismo, sus aportes han permitido que Rutas del Conflicto sea un lugar para tener tiempo y recursos para investigar, para experimentar maneras de llegar a una audiencia cada vez más amplia.
Y claro, debemos dar unas gracias enormes a nuestra audiencia, que nos ha apoyado fielmente en estos años. Comunidades lejanas, funcionarios públicos, científicos sociales, gente de cualquier lugar del país y del mundo que no solo nos lee sino que nos aporta sus trabajos, sus recursos.
A todos aquellos que han asistido a nuestros eventos, han compartido caminatas con nosotros, y han contribuido con sus conocimientos y experiencias, les extendemos un agradecimiento especial. Su participación activa ha enriquecido nuestro trabajo y ha fortalecido nuestro compromiso de seguir siendo un espacio de encuentro, aprendizaje y transformación.
Es clave que medios como Rutas del Conflicto continúen haciendo periodismo, que logren construir modelos de negocio sostenible y sigan formando redes de trabajo con otros proyectos periodísticos. En tiempos como estos, saturados de desinformación, es clave aportar a la sociedad insumos construidos desde la mayor independencia posible y sin el afán descontrolado de la coyuntura.
Estos 10 años no hubieran sido posibles sin todas las personas que confían en nosotros para contar sus historias. Recordamos a aquellos cuyas voces han sido silenciadas sin encontrar la justicia que tanto merecían. A Jaime Peña, quien partió por causa del covid-19 mientras aguardaba respuestas sobre la desaparición de su hijo en Barrancabermeja en 1998; a Narciso Beleño, líder social del Sur de Bolívar cuyo liderazgo fue truncado por un vil acto de violencia, a pesar de sus reiterados llamados por seguridad para ejercer su labor; y a Luz Marina Arteaga, incansable defensora de derechos humanos y ambientales en Puerto Gaitán, quien dedicó su vida a reclamar tierras y justicia, dejando un legado imborrable en la lucha por un mundo más justo y equitativo.
A ellos, y a todos los que han dado sus vidas en pos de la verdad y la dignidad, les expresamos nuestro eterno agradecimiento y compromiso de continuar contando sus historias y preservando su memoria. Que su legado nos inspire a seguir adelante con determinación y valentía.
¡Por 10 años más de historias que importan!
[Conoce aquí los eventos que han organizado para conmemorar el aniversario.]
A usted que llegó hasta acá
Ya son dos los periodistas asesinados en tan solo cuatro meses de lo que lleva el año: Mardonio Mejía, en San Pedro, Sucre, y Julio Zapata en San Rafael, Antioquia.
En tanto nos enteramos de estos casos, nuestra primera reacción es pensar en que tenemos que darle visibilidad y, que tenemos que hacer que se sepa para que algo pase, pero luego llega la pregunta de cómo hacerlo. ¿Cómo lo hacemos rápido para que no pase el tiempo? ¿Cómo lo hacemos para que impacte, para que no sea un número más? ¿Cómo articulamos la comunicación entre los algoritmos de redes sociales que tienen estructuras que castigan las denuncias, sobre todo periodísticas? ¿Cómo hacemos para que a la gente le importe?
En la búsqueda de esas respuestas hay un sentimiento. Le decía ayer a Jeanneth, nuestra coordinadora periodística, que me abruma porque, entre todo esto, el asesinato de dos periodistas no es lo peor: lo peor es que sabemos que esto no está cerca de terminar. Sabemos que Mardonio y Julio no serán los últimos periodistas asesinados en este país. Sabemos que tenemos que estar preparadxs para la próxima vez que suceda. Porque todo nos hace pensar que va a suceder.
Y tenemos, además, que estar preparadxs para tener salidas gráficas impactantes con un diseño estético y una campaña pensada alrededor de alguien a quien no conocimos, pero que es hijx, hermanx o ser queridx de alguien.
Nos abruma saber que va a suceder otra vez y se sienten amargas las palabras cada vez que pronunciamos “la próxima”, porque aunque queramos hacer algo y nos dediquemos las semanas siguientes a investigar qué pasó, no sabremos cuándo, dónde o cómo va a volver a suceder.
Pero una cosa está clara y es que el Estado no está brindando protección a periodistas ni a su labor. Estos sucesos no son simplemente asesinatos aislados y no importa si el motivo fue su labor periodística o no. Va más allá porque en el momento en el que asesinan a un periodista, no solo pierde la democracia sino también pierden las zonas en donde la brecha de información es significativamente más grande que en las ciudades principales.
Hoy cerramos este boletín con el dolor de decir que es un hecho que Colombia mata a sus periodistas y que sólo en este año ya son dos.
¿Te importa?
Nicoll Fonseca, gestora de redes.