38 | Por los likes bailan los influencers
Influencers, sánduches, el vicio (de escribir) y la culpa blanca de un tallerista. Esta entrega del Boletín está lista para que la empaquen y se la lleven para esta semana de festivos.
Por Luisa Fernanda Isaza, asesora de dirección para la libertad de expresión digital de la Flip
El famosísimo influencer Westcol ya se encontraba metido en un lío legal por comentarios discriminatorios contra personas trans cuando, en febrero, decidió amenazar a un periodista en medio de una transmisión en vivo en sus redes sociales. Semanas después, luego de que la Corte Constitucional fallara en su contra en el caso por discriminación, Westcol volvió a generar controversia: en medio de una transmisión en vivo, afirmó que una reina de belleza era una estúpida con problemas mentales y que quería que las personas sintieran vómito y "todas las enfermedades del mundo en su cuerpo" cada vez que vieran un tuit o una foto de ella. De forma similar, el youtuber/senador Juan Pablo "Jota Pe" Hernández ya tenía denuncias disciplinarias encima y una solicitud de expulsión firmada por decenas de sus colegas de partido, cuando decidió gritar e insultar a la también senadora María José Pizarro. Luego, a pesar de que Pizarro anunció la presentación de una nueva queja disciplinaria en su contra, Jota Pe publicó y retuiteó comentarios insultantes contra la vicepresidenta Francia Márquez. ¿Cómo es que, a pesar de los riesgos legales, Westcol y Jota Pe insisten en ser bullies?
Por una parte, estos influencers están motivados por la interacción de sus seguidores con sus contenidos. Su fama, su trabajo y su éxito depende en gran medida del hecho de que sus audiencias reaccionen positivamente al contenido provocativo. Cambiar el tono sería para ellos demasiado costoso.
Por otra parte, la configuración de nuestro sistema legal no permite —ni debería permitir— la imposición por parte de las autoridades de restricciones permanentes o mordazas legales a cualquier individuo, como sería, por ejemplo, la orden de cierre de un canal de YouTube. A manera de ejemplo, en la misma sentencia en la que falló en contra de Westcol por discriminación, a pesar de que reconoce su responsabilidad, la Corte Constitucional sostuvo que una medida como esta no sería admisible por ser "desproporcionada" y contraria a la prohibición de censura previa.
Entonces, ¿qué hacemos? Tal vez no está en nuestras manos. En el caso de Jota Pe la respuesta puede ser desesperanzadora: sus votos demostraron que las interacciones digitales pueden transformarse en escaños en el Senado. Sin embargo, en el caso de Westcol, valdría la pena cuestionar el rol de las empresas, las marcas y las plataformas que sostienen esta clase de discursos. Las presiones sobre sus patrocinadores —la fuente de su negocio— podrían ser efectivas.
Un sandwich de dos panes de cultura y un queso de política
¡Hola, queridx lector/x! No importa si el fin de semana fuiste al FEP (espero que tus pies estén teniendo el descanso que se merecen), o si pasaste el puente de viaje, o si lo pasaste en casa. Lo importante es que si ya abriste este boletín y leíste el editorial es porque te interesa pasar a la siguiente parte, en donde te dejo recomendaciones sobre los trabajos que hicieron nuestros medios aliados en la semana.
Pan cultural: ‘En Manaure atentan contra la memoria histórica del municipio’.
El atrio de la iglesia Santa Rita de Cassia se convirtió en la polémica de la semana en Manaure, La Guajira. Este lugar se ha estado usando para fiestas populares y, además, como orinadero público por lo que el sacerdote Luis Gregorio Díaz le colocó rejas a la fachada.
Gestores culturales, junto a la comunidad de Manaure, rechazaron la decisión de Díaz porque consideran que atenta contra la cultura, pues rompe la estética visual de lo que representa la iglesia.
¿En qué terminará esto? Lee a Tüü Pütchika para mantenerte atentx a lo que pasa en La Guajira.
Queso político: ‘¡Chao Mancera!’
Después de todo el lío para escoger a quien ocuparía el cargo de fiscal general de la nación, Colombia le dice bye a Martha Mancera, pero no sin antes sacar los trapos sucios al sol. Cuestión Pública le puso el ojo a quien llama ‘la madrina de madrinas’, porque tiene varias investigaciones periodísticas encima por encubrir presuntas redes mafiosas en el Valle del Cauca y por aplicar indagaciones irregulares a personas incómodas para cierto sector político.
Pan cultural: ‘Pazavoka’
Hoy mataron uno, menos mal que yo no fui
Así es como funciona este país
Así es como me tratan a mí
Estos son versos de La Jungla, canción de Flaco Flow y Melanina, un grupo musical con raíces en Cali, Buenaventura y Bogotá, que demuestran que a través del hip-hop y el trabajo comunitario se puede crear una nueva cultura urbana. En este episodio, Vokaribe habla de cómo en el barrio La Pradera de Barranquilla dos estudiantes lideraron iniciativas transformadoras para los jóvenes del suroccidente de la ciudad. Uno de los proyectos más destacados es la Biblioteca Miguel Espinosa, ya que no solo brinda acceso a libros, sino que también se ha convertido en un centro de encuentros culturales para la jóven comunidad. Allí los jóvenes exploran sus capacidades artísticas, principalmente creando desde la cultura hip-hop.
Nicoll Fonseca, gestora de redes
Es pal’ vicio… de contar historias
“Grandes infelices” es un podcast que me ha atrapado de una manera casi obsesiva. En uno de nuestros primeros boletines lo habíamos recomendado y ahora su inicio característico (“Imaginad una novela con esta trama…”), me parece útil para contar lo que sigue.
“Imaginad” una pesadilla con esta trama: trabajas en una revista impresa (impresa cuando el impreso va desapareciendo), de distribución gratuita en Medellín y zonas aledañas, con un contenido que se sale de las agendas mediáticas comunes y que le apuesta al arte, la memoria, al buen periodismo. La situación económica no va bien así que empiezan una ambiciosa campaña para recaudar fondos. La idea es que las contribuciones se hagan al escanear un código QR de Bancolombia que aparecerá en los 10.000 ejemplares que se imprimen. La pesadilla empieza cuando sale la edición impresa y te fijas que el código que aparece es otro. Ya unos 3.000 ejemplares se habían distribuido y en el resto de los ejemplares tocaba cambiarle el bendito QR. Se imprimen los códigos correctos y con tijera en mano se recortan y pegan pequeños cuadraditos en el lugar donde está el código intruso.
Bueno, es algo. Fue un error que Universo Centro contó en sus redes sociales y que motivó una ola de apoyos que ojalá crezcan más y más. ¡Lxs invitamos a sumarse!
Y como ellxs suelen decir: “Cualquier cosita es cariño: vean que es pal’ vicio de contar historias”. Aquí, el QR correcto para aportar.
Universo Centro hace un trabajo valioso y solo por mencionar algunos ejemplos recientes que dialogan con la coyuntura voy a citar tres:
La semana pasada murió Eduardo Escobar, escritor, poeta, periodista y cofundador del movimiento nadaísta en Colombia, que había escrito más de 40 textos para Universo Centro. “La poesía, el humor y la incorrección fueron sus reinos”, como dicen en este hilo en X-Twitter que reunió varios de sus trabajos.
El proyecto de ley “Inconvertibles”, que busca prohibir las mal llamadas “terapias de conversión” para personas LGBTIQ+, fue aprobada la semana pasada en plenaria de la Cámara de Representantes y está a un paso de ser ley. Es un buen momento para leer “Terapias de caverna”, texto de Oscar Marín.
Y en el último número de Universo Centro, el 138, hay un cuento “costeñísimo” muy recomendado: “Las chillonas” de Cere (Yuliana Alarcón). “Dicen que las brujas de las ciénagas de Córdoba se transforman en puercos para hacer sus fechorías, y que de sus bocas brotan chirridos que le hacen a uno sentir un viento frío por la espalda”, dice la reseña.
Jeanneth Valdivieso Mancero, editora y coordinadora periodística.
A usted, que llegó hasta acá… menos periodismo cachaco
La semana pasada estuve en el Festival Concuerda, en Cartagena. Un evento ideado por dos colombianos que viven en Canadá que crearon una fundación que hace ya casi una década consigue instrumentos de cuerda en donación para luego instalar durante semanas a los mejores luthiers de Montreal (esos que arreglan estos instrumentos) para dejarlos en perfecto estado y luego donarlos a orquestas de los barrios más empobrecidos de Cartagena.
Y desde hace varios años les dio porque, como si lo que hacen no fuera poco, además hacer un taller de periodismo cultural. He tenido la suerte de que Concuerda me invite año a año.
Y este año, con el grupo de estudiantes, llegamos a una respuesta que me encantó ante la pregunta de cómo cubrir la cultura en Cartagena: no hacerlo. Dedicarse, más bien, a la contracultura. Renegar de la mirada cachaca que obliga a las personas caribe y afro a existir exclusivamente en el mundo de “los tambores” y la “sabrosura”. El día del cierre del taller hubo un concierto de punk en la Universidad de Bellas Artes de Cartagena. Los estudiantes me invitaron a que fuera.
De más en más llegamos a la misma conclusión: el periodismo colombiano tiene que dejar de parecerse tanto a las personas que viajamos una vez al año a dictar un taller de periodismo cultural y más a les chiques que, cuando tienen la oportunidad de recibirlos, aprovechan también para romper con todo lo que creemos saber sobre la diversidad cultural.
Alejandro Gómez Dugand, Director de la Liga