34 | Assange y los soplones de nuestro tiempo
Esta semana hablamos de leaks, soplones y lo que significan para el periodismo y la democracia, de la (in)seguridad en Bogotá –entre la percepción y los datos— y les traemos una curaduría imperdible.
Con Julian Assange la libertad de expresión vuelve a ser la idea de democracia que exige nuestro tiempo. Si queda democracia, es por los soplones. No es tanto por el voto, por los representantes, o por la división de poderes. Aunque estos también tengan que ver, todo eso se imposta fácil en cualquier dictadura. En cambio, al soplón no hay cómo hacerlo pasar por lo que no es. Es el pedazo de pueblo que ningún autoritarismo puede cooptar.
Esta semana vimos dos días de audiencia en los Tribunales Reales, en Londres, contra Julian Assange. Se busca resolver la solicitud de Estados Unidos para que el cofundador de Wikileaks sea extraditado a ese país y así juzgarlo por una vieja ley contra el espionaje de 1917. Esto por los miles de documentos reservados que publicó en su medio sobre ese gobierno. Su defensa hizo énfasis, otra vez, en que esta persecución viola con gravedad la libertad de expresión, pero es tan delicada la situación que todavía preocupa que Assange enfrente una pena de muerte en caso de ser extraditado. Los jueces del caso anunciaron que se tomarían un tiempo para decidir.
¿Periodista? ¿Soplón? Qué importa. La expresión de Assange, al final, puso a los demás soplones en filas, los organizó, los sistematizó y les trajo el megáfono. Mientras que su parte democracia, de mayor fuerza, fue hacer posible que los soplones ya no fueran solo los “tradicionales”, que el Estado ha logrado aceptar un poco mejor, así sea a regañadientes. En su apuesta, facilitó la llegada de los “soplones de leaks”, de filtraciones masivas, con los que el poder no encuentra dónde ponerse cómodo.
Cuando hablo de soplones tradicionales imagino a los que denuncian con un par de secretos, grabados en juntas, pasillos o despachos con su celular. O aquellos que filtran documentos metidos en carpetas o en USB. Benjamin Franklin fue uno de los primeros de este tipo. El mito anglosajón de los whistleblowers —soplones— cuenta que Franklin, en 1773, expuso cartas privadas que demostraban que el gobernador de Massachusetts, nombrado por la realeza, había engañado al Parlamento para facilitar una concentración militar en las colonias.
Un tipo de soplón desde siempre defendible y, por supuesto, fundador de todas las patrias. Pero también una versión muy útil que encontró un lugar a los soplones y a su información en el régimen que entonces nacía. Desde entonces están algo mejor legitimados ante nuestros gobiernos liberales.
Sin embargo, la consigna originaria en esta cultura tradicional de los whistleblowers reza que soplón es “el que persigue por sí mismo, así como por el Rey”. Viene desde el siglo VII y lo posicionaron los monarcas ingleses que recompensaban a quienes denunciaban infractores de sus órdenes. Ahora bien, ¿delatar en nombre del rey pero nunca en contra del rey? Alguna pista nos deja esta idea de soplón tradicional.
En su columna de El Espectador, Ana Cristina Restrepo se preguntaba cómo era posible que la extradición de Assange se estuviera juzgando en Inglaterra, la tierra de John Stuart Mill. Y eso que no ahondó en que la nación que lo está pidiendo es la de Benjamin Franklin. ¿Cómo puede ser? No parece tan difícil, pues a lo mejor es por esto mismo, porque Assange y sus soplones ya no son los tradicionales.
Lo grave de lo denunciado por Assange y sus soplones pueden no ser las torturas, masacres, vigilancias o asesinatos en las guerras de Estados Unidos. Su amenaza es su método, que puso en jaque al rey. Con este modelo, los secretos de Estado pueden ahora contarse en volúmenes impensables, con facilidades de acceso, filtrado y visualización. Con una tecnología en información que ya no se activa para someter sino para delatar. Assange y sus soplones terminaron de moldear la idea del soplón de leaks, que ya no pueden controlar con el poder tradicional sino con el desespero, así sea con leyes arcaicas.
Pasando por los soplones como Edward Snowden y Jack Teixeira, se hizo la luz de un nuevo periodismo. En nuestra región pasa por los Panama Papers y llega hasta el reciente NarcoFiles, que nacieron de algún soplón de leaks y que nos obligaron a la creatividad, a inventar y movernos en democracia, mientras el Estado se anquilosa.
Al final, el soplón es soplón, no importa ninguna clasificación. Pero con el caso Assange aprendemos cada año que para unos no hay libertad de expresión sino leyes contra el espionaje. Entonces nos preguntamos. Una alerta para el periodismo que, aunque todavía es aplaudido a regañadientes por los Estados, cuando es con soplones de leak… silencio, el amenazante silencio.
Ante las preguntas sobre qué es el pueblo o quién lo dirige, los Estados tiemblan cuando alcanzan a ver que puede que solo sea un grupo de soplones y soplonas, ahora mejor organizados por otros más.
Camilo Vallejo Giraldo, jefe de redacción & editor legal en Cuestión Pública
Te ahorramos la búsqueda del dato coctelero para tu próxima cita
Aprovéchanos para que en tu próxima cita tengas cómo romper el hielo y no quedar como unx aburridx. O bueno —si no estás en plan de citas— al menos para que seas el cool de la oficina.
Aunque si estás acá, tkm, no eres aburridx, eres chévere.
Esta semana varios de los medios aliados publicaron historias relacionadas con la ciencia y la cultura, entonces… aprendamos algo nuevo ¿sí? Acá te dejo guionado y todo para que no se te olvide cómo es que es el dato.
“El Gobierno Petro declaró 2024 como el año del escritor Arnoldo Palacios”
Puede que te respondan que quién te preguntó, pero, no importa. Como tú lees este boletín, vas a poder contarle a tu ligue sobre Arnoldo Palacios y por qué es tan incómoda la decisión del Gobierno Nacional.
Parece un crimen ser un escritor negro en un país racista como lo es Colombia. En 2024 se cumplen 100 años del nacimiento de Palacios, pero la decisión de Petro generó una gran molestia. Incluso, un artículo de El Colombiano llegó a sugerir que esto había surgido debido a las afinidades políticas del escritor con Petro y Francia Márquez.
Para que no te quedes corto de info, en este texto de Vorágine te cuentan más.
Ilustración de Angie Pik en Vorágine.
“Antes de ChatGPT y las nuevas formas de la inteligencia artificial, las culturas egipcias y grecolatinas ya estaban creando herramientas animistas basadas en la lógica y la mecánica”
¿Cómo viste esta? Yo leí este texto de El Malpensante y quiero que lo leas a ver si quedas igual de sorprendidx que yo. Si a tu date no le parece interesante, 🚩🚩🚩, déjalx ir.
Resulta que aquí analizan algunos de los ancestros de la inteligencia artificial en la antigüedad, desde los ushebtis egipcios hasta los autómatas griegos y romanos. También el Mecanismo de Anticitera (con links y todo para que si te preguntan la fuente no digas “Arial 12”). La mayor reflexión de este texto es si debemos seguir evaluando la inteligencia artificial a través de una lente puramente humana o si existen otras formas de inteligencia que trascienden nuestra comprensión.
¿Tú qué crees?
Ilustración por Paola Albao en El Malpensante.
“Escucha este tema, es sobre una trabajadora sexual que, según una leyenda, impulsó a los trabajadores petroleros de Barrancabermeja a pelear por sus derechos”
¡Y BAM! Procedes a ponerle ‘La Putana’ de La Batucada Guaricha, una colectiva feminista creada en Piedecuesta, Santander. Si te preguntan cómo llegaron ellas a la canción, dile que en este texto de Cerosetenta cuentan que fue Dibeth Quintana, lideresa histórica de la Unión Sindical Obrera, USO, quien le mostró a sus compañeras de La Batucada Guaricha, el libro USO: 100 años de lucha y dignidad, en dónde cuentan la historia de La Putana, la trabajadora sexual que sería pionera en la creación de la USO. Lo curioso es que de ella no hay registro, pero si quieres saber más sobre esto, no pierdas el tiempo, ¡lee —y repostea las ilustraciones que están divinas— el texto ahora!
Ilustración de Nefasta en Cerosetenta.
Por menos citas aburridas y más citas informadas. ¡Baiii!.
Nicoll Fonseca, gestora de redes.
A usted, que llegó hasta acá… Se están metiendo en el barrio rico de al lado
Parece que estamos todxs de acuerdo en que la seguridad en Bogotá está terrible. Que afuera están matando gente. Que la están matando tan en todos lados que hasta lo están haciendo en los barrios de los ricos. Y cómo no pensarlo, los medios nos lo han repetido una y otra vez, una y otra vez, una y otra vez. El video de la balacera en la 93, la noticia de otra balacera en el Parque de los Hippies, la balacera en las Américas. La pelea entre Claudia López y la ahora aparentemente presidenciable Vicky Dávila sobre quién tiene la culpa de todo esto. “Está terrible la cosa”, nos decimos como quien dice que seguro lloverá en la tarde.
Pero el asunto es que las cifras nos contradicen a todes, según esta nota de La Silla: “Los hurtos a personas cayeron 20 % entre enero del 2023 y del 2024. El hurto a comercios 65 %. Y el homicidio bajó 22 %, según las cifras de la secretaría con corte a 31 de enero”.
Todo recuerda a los días del paro, y aquella noche en la que “se metieron al conjunto de al lado”, cuando videos de otros países y de otras fechas que se publicaron en redes nos convencieron de una guerra civil que no estaba sucediendo. El periodismo tiene esa capacidad: generar realidades que no existen. Es de hecho su trabajo: juntar toda la información real posible para poder presentar la versión que más se acerque a lo que realmente sucedió.
Pero es, en todo caso, un ejercicio de representación. Es el teatro de la verosimilitud. Sombras sobre una pared que representan algo que está afuera. Humo y espejos.
Y por eso son tan buenos los medios creando eso que se llama “percepción” de seguridad y por eso, sin importar las cifras, nuestro sesgo de confirmación nos hace ver inseguridad en todos lados. Y entonces, de la ficción saltamos a la realidad y, de golpe, Bogotá está llena de policías por órdenes del alcalde Galán, y Petro dice que ayudará al distrito en su lucha contra los bandidos y —según esta nota de Infobae— empresas de seguridad privadas dicen que van sacar unos 400 mil vigilantes con drones para apoyar a una Policía que aún no termina de explicar qué fue lo que pasó en la noche del 9 de septiembre de 2020 en Bogotá y Soacha. Pero cómo no inundar las calles de policías y personas armadas, si la misma nota de Infobae empieza diciendo: “Los habitantes de Bogotá sienten pánico. La creciente ola de inseguridad que afecta a la ciudad y que ha ocupado titulares en medios de comunicación, que reseñan atracos, robos y tiroteos, casi que a diario en las calles de la capital colombiana, los tiene en alerta extrema”. Medios de comunicación, dice. Todos los días, dice. Como si no se dieran cuenta.
Y de golpe el ala de ultraderechas de la familia empieza a decir que tal vez no sería tan grave que se regule el porte de armas. Y de golpe, que un expolicía saque un arma y asesine a dos ladrones cuando ya estaban huyendo nos parece justicia divina. Y de golpe la idea de que “a las ratas” se las acaba a plomo empieza a sonar cada vez más. Y así empiezan las balaceras. Y así empiezan los homicidios.
—Cómo está la seguridad de esta ciudad, ¿no le parece?
—Sí, y además parece que va a llover por la tarde.
PD: Oigan y a todas estas, ¿ustedes sí están llegando hasta acá? Me cuentan por acá.
Alejandro Gómez Dugand, director de La Liga.