19 | El periodismo, las elecciones, el tigre, el león y el pato
No quiero hablar de la política argentina, sino de periodismo y de algo en lo que nos parecemos y en lo que no, lxs colombianxs y lxs argentinxs a la hora de cubrir elecciones.
Hace ocho días tuve la oportunidad de vivir otras elecciones, las argentinas, en las que pasa siempre de todo pero que, en las de este año, había bastante en juego. O mejor: estas de 2023 son unas elecciones en las que el tablero de juego se vino al suelo con la llegada del improbable Javier Milei (ultra libertario de nueva derecha tiktokera) al panorama político de un país en crisis.
Y crisis es crisis: el oficialismo tiene la carga de la ingobernabilidad que caracteriza la gestión del actual presidente Alberto Fernández. La economía, por su parte, se asemeja a un juego distorsionado que nadie entiende. Esta inestabilidad económica provocó que, el sábado antes de las elecciones, la gente saliera desesperadamente a comprar electrodomésticos, temerosa de lo que pudiera pasar con el país el lunes siguiente. Un miedo colectivo justificado por una tasa de inflación que casi alcanzó el 140 % en octubre.
Pero no quiero hablar de la política argentina, que ni de fundas cabe en este Boletín, sino de periodismo y de algo en lo que nos parecemos y en lo que no, lxs colombianxs y lxs argentinxs a la hora de cubrir elecciones.
El periodismo colombiano se pasa de solemne, y el argentino de lo contrario
Salvo cuando se animan a hacer tests tiktokeros y preguntarle a los candidatos de Bogotá sobre la changua, el cubrimiento electoral de Colombia es serísimo y aburridor. Este domingo veremos las mesas de siempre, con lxs analistxs de siempre, diciendo las cosas de siempre. Semana se indignará, Caracol hará de serio… Y así.
En Argentina se divierten más, e incluso se les va la mano. Son incisivos, sobre analíticos y bastante más mordaces. Mi canal favorito para ver los resultados fue Crónica TV, el medio sensacionalista por excelencia de Argentina. El cubrimiento que hacían desde Crónica jamás lo veríamos en Colombia. De entrada, decidieron renombrar a los candidatxs con nombres de animales: León (para referirse a Milei porque él mismo se puso el mote y porque un león es la imagen de su campaña), Pato (para jugar con el nombre de Patricia ‘Pato’ Bullrich) y Tigre (para hablar de Massa porque ajá).
Crónica instaló urnas con emojis de los animales, y puso a votar a los transeúntes por alguno de los tres. Lo hacían entre chistes y gritos que recuerdan a los programas de debate de fútbol.
Y no solo eso: uno de mis momentos favoritos fue cuando un reportero en calle casi logra entrevistar a Bullrich y desde estudio le gritaban: “¡Preguntale cómo le gustan las milanesas! ¡Si napolitanas y de ternera!”.
El asunto no es exclusivo de Crónica. También en los medios más “serios” el tono es otro. Hay chistes, hay ironía, hay entretenimiento. Y es, pienso, interesante. Es un acercamiento mucho más cercano y popular a la política.
Los periodistas no aprendemos la lección
El domingo todxs lxs expertxs y lxs periodistas estaban listxs para dar la noticia de que Milei se imponía en primera vuelta sobre el resto de lxs candidatxs. Algunos, incluso, llegaron a pensar que Milei ganaba en primera. Y fue así porque las encuestadoras lo dijeron y porque en las PASO (el equivalente de nuestras elecciones internas) Milei le había ganado a Massa.
Y sin embargo, muy pronto en la noche quedó claro que Massa no sólo pasaba de primero a la segunda vuelta, sino que le sacaba una distancia de seis puntos a Milei.
Y, claro, el periodismo no estaba listo. Las elecciones las vi en la casa de un colega que tuvo que llamar a su redacción para ver qué vueltas podían dar para cubrir el triunfo improbable de Massa y no el de Milei.
La posible victoria de Milei era oro periodístico: es la historia de un villano perfecto, materia prima de podcasts y perfiles apasionantes, y la posibilidad de su llegada a la Casa Rosada era la excusa perfecta para hablar de un país que ya no sería el mismo.
Era algo que en teoría habíamos aprendido en el 2016, que hay que estar preparadxs para que ocurra lo que no ocurre: para que pase el Brexit, para que gane el “no” en el plebiscito, para que gane Trump.
Puede que me pifie, sin duda, pero me animo a pensar que hoy veremos, al menos por parte de los medios tradicionales, un cubrimiento que será un reflejo de nuestra relación con la política: lejana, encumbrada, ajena. Un animal al que nos da miedo acercarnos. Tal vez un tigre, un pato o un león.
Alejandro Gómez Dugand, director de La Liga.
Un break de lo electoral
Como no todo puede tratarse de elecciones —y mientras conocemos cómo quedan los resultados—, les traigo tres trabajos de nuestros aliados en tres formatos diferentes: una serie audiovisual, el final de temporada de un podcast y la sátira política en una investigación transmedia:
#MujeresGestoras es una serie audiovisual de La Cola de Rata, que relata historias, motivaciones y reflexiones de mujeres que han soñado proyectos de impacto social desde Pereira, para el departamento y el país. Una de esas mujeres, es la directora de otro medio de la alianza, Laura Sofía Mejía, de Baudó AP.
Aquí pueden conocer más:
Punta y Coma, el podcast de las mujeres que escriben, producido por Cerosetenta, cerró su temporada con una entrevista a la ilustradora colombo-ecuatoriana conocida como Powepaola. En el episodio habla sobre su vida, su trayectoria, sus inicios en el mundo de la ilustración, las autoras que la inspiraron y su percepción sobre la importancia de los proyectos colectivos en el arte.
Y para cerrar, les comparto “El legado de Jaime Garzón, una mirada detrás de sus personajes”, un trabajo transmedia del CrossmediaLab de la Universidad Jorge Tadeo Lozano, con el apoyo del Canal Capital, donde a través de varias entrevistas se muestra una visión profunda de cómo las parodias de Garzón resuenan en la vida de personas reales de diversos oficios.
Jeanneth Valdivieso, editora y periodista.
Yo recomiendo
Estaba pensando en algo que no les hubiéramos recomendado antes aquí y lo que se me ocurrió puede que no tenga que ver con el resto del boletín, pero, como esta sección es para recomendarles cosas chéveres y que no se aburran, voy a ignorar la coherencia que esto debería tener con el editorial y procederé a presentarles esta sección que, por hoy, la vamos a llamar…
Tres poetas, dos poemarios
Meira Delmar
Meira, que primero no era Meira sino Olga Isabel Chams Eljach, tenía ascendencia libanesa, pero nació y creció en Barranquilla. En la compilación Poemas Ilustrados, está mi poema favorito suyo: “Confesión Azul”, que originalmente hace parte del poemario Alba de olvido. Si ustedes, como Meira o yo, son fieles amantes del mar, van a sentir purita nostalgia cuando lo lean. Y es que leer a Meira es eso: nostalgia, pues el resto de sus poemas en esta compilación van al pasado y dialogan con lo pesada que es la soledad.
Fernando Pessoa y Porfirio Barba-Jacob
En Todos los sueños del mundo están dieciocho poemas de Miguel Ángel Osorio Benítez (Porfirio Barba-Jacob) y otros dieciocho de Fernando Pessoa. Estos dos poetas nunca se conocieron aunque fueron contemporáneos, pero tienen algo en común: incluyeron en su obra la heteronimia o la pseudonimia. Como dijo Pessoa en “Autopsicografía”, “el poeta es un fingidor” y los dos poetas desarrollaron la capacidad de ser cualquier persona y a la vez nadie. Si se están preguntando cómo así, de qué habla esta mujer, la cosa va así: dos poemas de Barba-Jacob o Pessoa no tendrán el mismo estilo, parecerán escritos por otros que no son ellos mismos o bajo otros nombres. De eso trata su obra, de escribir como “el que no soy yo”.
Nicoll Fonseca, gestora de redes.
Posdata: no den papaya
Los dos poemarios que les recomendamos en el boletín son de la editorial Tragaluz. Si ustedes son de los que adoran tener libros en sus ediciones más preciosas, esta editorial paisa tiene algunos de los ejemplares más bonitos y mejor editados sobre poesía y otros géneros. Nada más suban y vuelvan a ver las fotos de esas bellezas. ¡Estos no son para prestar! Recuerden que si prestan un libro siempre tienen que estar dispuestos a no volverlo a ver. No den papaya.